Saturday, February 11, 2006

en lo alto del cempoala

Odiaba caminar solo por la montaña, cada mañana tenía que repetir el rito de levantarse a las cinco de la mañana, tomar un café negro que ya Felipa le había preparado, tomar su azadón y su machete, caminar por los helados pastos que nacían al pie de la vereda.
Enlodando los huaraches y con un frío que le calaba hasta los huesos buscaba subir siempre ´lo más alto posible para llegar a los acantilados, donde seguramente podría encontrar un pequeño venado para comerciar en la plaza del sábado.

Nunca pensó que esa mañana de febrero las cosas serían diferentes.
En el camino descubrió a su vieja vecina caminando hacia lo alto de la montaña del cempoala. Espabilado después del susto decidió seguirla, después de horas de andanza descubrió una casa de madera con tantas rendijas que los helados vientos se colaban con gracia. Pretendía espiar lo que allí sucedía hasta que fue descubierto por un fornido hombre como pocos de los que había en la sierra...

Felipa sigue esperando su llegada, la vereda se ha perdido y el pasto ha crecido tan alto que sus huellas se han borrado... José han pasado tantos años y tú cazando en lo alto de la montaña que ya no quedan venados en lo alto de la montaña y aqui las cosas han cambiado pero, cuando piensas volver.

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